En este momento, hay aproximadamente 93 millones de personas que son elegibles pero que todavía no se han vacunado de COVID-19. Hay probablemente varios grupos en este número, desde aquellos que rehúsan creer en la importancia de las vacunas o que creen que son peligrosas, aquellos que aún se enfrentan con barreras estructurales para vacunares, y otros cuyas dudas y preguntas no han aún sido contestadas.
Pero el grupo que más me preocupa es el de las victimas de la desinformación. Este segmento de la población recibe información falsa sembrada maliciosamente por grupos o individuos que esperan obtener ganancias políticas o económicas. Este grupo a su vez, sin saberlo, multiplica el impacto cuando propaga el mensaje falso creando así, una comunidad malinformada.
Es importante reconocer que en nuestro campo no hemos sido tan buenos comunicadores como debiéramos haber sido. Pero me alarma darme cuenta de la trágica eficacia de las fuentes de desinformación.
Y estos grupos no solo se han dedicado a mentir sobre la eficacia de las vacunas que existen en el mundo. Hoy en día tenemos grupos en Indiana, Texas, y Florida luchando estruendosamente contra las órdenes de uso de mascarillas en las escuelas porque supuestamente van contra sus nuevos principios religiosos. Y estas actitudes son reforzadas por representantes políticos envueltos en banderas patrioteras, enfocados exclusivamente en negar la ciencia y en la individualidad, e intentando desgarrar lo poco que queda del contrato social en este país.
Es importante hablar sobre el uso de mascarillas, pero la meta más importante es lograr una tasa de vacunación mucho mas alta. La vacunación obligatoria no es nueva y hay amplio precedente sobre su uso desde el año 1850 en Massachusetts. Desde entonces también se ha luchado contra esas órdenes, afortunadamente la importancia de la salud pública ha triunfado en todos los casos.
Hoy en día más de 650 universidades requieren que sus estudiantes, personal académico y administrativo estén vacunados. Grandes y pequeñas empresas, desde líneas aéreas hasta empresas farmacéuticas, desde empresas del grupo Fortune 500 hasta el pequeño comercio, requieren que sus empleados estén vacunados. El gobierno federal requiere que sus empleados y quienes reciben contratos federales estén vacunados.
Y, aun así, 93 millones de personas no han sido vacunadas. Pronto, niños y niñas menores a los 12 años podrán ser vacunados, probablemente 40 millones más.
Es hora de expedir una orden de vacunación obligatoria contra el Covid-19. Continuemos puliendo nuestras campañas educativas y asegurémonos de contestar todas las preguntas que surjan, de forma clara y concisa. Enfoquémonos en remover obstáculos para que todo mundo pueda vacunarse, y sobre todo concentrémonos en desmantelar las fuentes de desinformación.
En febrero compartí esto:“Pienso en mi madre y me pregunto: ¿Sabría yo darle la información necesaria y correcta para que ella decidiera ponerse la vacuna contra el COVID-19?” Hoy estoy seguro de que si sabría hacerlo, y me gustaría agregar: “Es obligatoria, mamita.”
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